viernes, 22 de julio de 2011

¡Caracas me la gozo un mundo!

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Hoy leí este texto en el Centro de Arte Los Galpones, y quiero dedicárselo a mi hermana Elizabeth, por tener muchos años extrañando nuestra ciudad, y desde lejos, amarla tanto! 

¡Caracas me la gozo un mundo! 
Disney queda en la calle principal de San Agustín del Norte, saliendo por la autopista Francisco Fajardo. La bajada de esa calle ¡es una montaña rusa! Papá hundía el acelerador para que la caída fuese más intensa y nuestras risas más sonoras. La visitamos muchas veces, sin ninguna otra razón que divertirnos y sentir esa cosquilla en el estomago que produce un salto al vacío.
En el parque El Pinar, queda África. Hasta el sombrero de expedición nos ponía mi mamá y nos contaba que en ese zoológico estaban todos los animales que Noé metió en el Arca.
El boulevard de Sabana Grande me hizo caminar como una paisana de mi ciudad y sentir que me pertenecía este cielo. Allí queda mi Rambla de Barcelona, con esos faroles bellos y sus pisos de adoquín.
El Gran Café, me enseñó que la calle se disfruta con una taza de café en la mano y un juego de ajedrez al aire libre, por eso no me sorprendí cuando fui a Europa por primera vez.
Esos lugares los visité de pequeña. Hoy, salgo a montar bicicleta los domingos en la Cota Mil y es como estar en la ciclovía de Bogotá pero en versión de seis canales de autopista.
La Plaza Altamira, es mi versión de la Fontana de Trevi de Roma, si no se parece, no importa, lo que si es igual es que en ambas he lanzado monedas para pedir deseos.
En Galipán, compro flores como en Holanda. No exagero en la comparación, porque los colores son igual de hermosos. Allí, en nuestra montaña del Ávila, esa que está impresa en los ojos de los caraqueños, queda, entre muchas otras cosas, la terraza del Restaurante de Juan Manuel. Me siento en las mesas del balcón, pido por costumbre mi vino Argentino y miro hacia La Guaira, entre ese verde de la montaña y el fondo azul del mar, impregnado de la luz de Reverón, hermosa como la Costa Amalfitana mientras disfruto de un buen plato de comida Vasca.
La salsa nos imprime ese ritmo caribeño, en las calles de Petare. Si le pongo una samba veo las favelas de Sao Paulo, con su música y su gente, incluso sus historias llenas de vida y de muerte.
Central Park, queda en el Parque del Este.
Siempre creí que una parte de Francia, estaba en el Paseo Los Próceres, porque me pareció grandioso saber que Francisco de Miranda formó parte de la Revolución Francesa y su nombre está escrito en el Arco de Triunfo de Paris.
Caracas no tiene un solo color, tiene el verde de las montañas, el azul del cielo y el alma Vinotinto. Hay ejércitos de creativos, hay gente que camina “por el medio de la calle”, hay gente en los teatros mostrándonos como nunca quienes somos. Es que sé, que le estamos dando paso a una Caracas bien formada, no sólo en su arquitectura sino en su gentilicio. Por una persona que la maltrata, hay diez que buscan consolarla, hay cien que buscan construirla, hay mil que buscan conocerla, hay cien mil que buscan gozarla y hay treinta millones que buscan amarla!
Esto es un mal momento, muy bueno, por eso yo a Caracas ¡me la gozo un mundo!

Maiskell Sánchez
Caracas, 22 de Julio 2011

martes, 5 de julio de 2011

Menos Mal que Bolívar no pudo ser Bolivariano (MS)



El Invitado
Llegó el día esperado. Casi todos estaban agolpados alrededor de la mesa. El restaurante se llamaba “La Cita”. Se encontraban presentes el presidente del Banco Nacional, el general Samuel Zamora comandante del Ejército, el párroco Juan de Dios de la Iglesia local y un periodista de sociales.
Faltaba por llegar el Presidente. Hombre patriota y dispuesto siempre a decir una palabra apropiada. Finalmente llegó sin emitir ninguna disculpa por su retraso.

Había un invitado de honor más, quien se sentó presidiendo la mesa, se le notaba turbado por ese encuentro y por el alto ruido del lugar. Se sentía un poco extrañado por dejar de ser una figura de mármol, pero le atraía la idea de conocer a algunos de los personajes que en su nombre proclamaban justicia, sabía que lo nombraban por su parte heroica y externa, pero no por sus pensamientos y realidades más íntimas.

-Díganos, excelentísimo señor, ¿cómo era el proceso político de éste, nuestro país, en aquellos tiempos?- preguntó el Presidente.
-Señores, esta invitación me ha sorprendido más allá de lo imaginable. Deseo daros las gracias por tan significativa invitación. Tenía mucho tiempo en silencio y agradezco a ustedes el actualizarme sobre ésta mi amada patria. En aquellos tiempos, la patria reclamaba libertad, libertad que era...

-Seguimos en lo mismo señor, sólo que el camisón es diferente, ¡ja, ja! - expresó el Presidente.
El invitado miró su vestimenta, sabiendo que su atavío era diferente, sin entender el comentario.
-Disculpe Usted distinguido caballero, pero agradecería la no interrupción a mis palabras –aclaró el invitado algo incómodo. Hizo una pausa y siguió- En mis tiempos el proceso era difícil, pero recorríamos los países de la América a la búsqueda de nuestros ideales y de abrazar el sueño de una sola República.

-¿Cuántos eran ustedes? –interrumpió el Presidente del Banco- y ¿cómo sufragaban los viajes?

-Dejadme seguir con la idea de la República, describirles nuestros ideales, nuestras luchas, nuestras...

-¿Hacían un fondo de consecución de la nueva República? –insistió el  Presidente del Banco Nacional.

-Tal vez se nombraba una comisión para crear el manejo de los fondos de defensa de la nueva República, digo yo, ¿no maestro?- advirtió el Presidente.

-Maestro fue mi siempre recordado Rodríguez –contestó el Invitado con cara de no entender las preguntas –quien formó mi corazón para la libertad, mi aspiración era menor que su sabiduría, pero ¿comisión? ¿Qué hace una comisión para...

-¡Es normal crear una Dirección General Sectorial de Presupuesto establecido para las conquistas!- afirmó el Presidente.

Al invitado lo estaba invadiendo un poco la impertinencia de las preguntas de sus interlocutores. Tenía la voz calmada, pero se le notaba en el ceño, la incomodidad de la conversación, además del ruido que hacían los platos que les servían y de la constante interrupción de los mesoneros.

-¿Señor, le provoca una arepita con nata y queso, además de una ensalada? -preguntaba el mesonero.

El invitado miraba la cara del mesonero sin contestar a su pregunta, tratando de seguir con la idea que deseaba explicar -Nosotros los hombres de libertad, teníamos un pensamiento común, nos arreglábamos para lograr la conquista de nuestra tierra, hacíamos batallas que...

-¿Cómo se hace una batalla real? Nosotros en el ejercito practicamos, pero es casi como un hobbie- señaló el General Samuel Zamora.

-¿Hobbie? ¡Las batallas son batallas! –replicó el invitado alzando la voz y tratando con ello de imprimir respeto en la conversación.

-Bueno Señor, no se moleste, sólo le cuento nuestra realidad. Lo más cerca que hemos vivido una batalla fue un golpe de estado –dijo el comandante bajando un poco la voz, tomando en cuenta la investidura del invitado.

-Que han tratado de convertir en un acto heroico llamándolo revolución -recalcó el párroco Juan de Dios.

-¡El que sirve en una revolución ara en el mar!- dijo el invitado.

-¿Será eso lo que pasó en Cuba? –señaló el periodista – porque todos salen en balsa desde la revolución de Fidel.

-Pues, ¡aquí hay una revolución! –advirtió el presidente -¡quieran o no!

-Debe ser la revolución del estomago vacío, del desempleo, de la criminalidad, ¡de tantos equívocos!-manifestó el párroco.

-¡Osad, aventuraos y sabréis cuánto cuesta levantarse de una estupidez! -dijo el invitado.

El Presidente se sintió incómodo con el comentario y trató de decir algo que lo ayudara a esquivar el golpe del mismo.
-Nosotros haremos la revolución de “Moral y luces son nuestras primeras necesidades” –anunció el Presidente con actitud triunfal.

-Será Inmoral de bruces caerás en tus propias necedades -Aseveró el párroco –¡y que Dios nos perdone!

-Creo que deben probar un poco más de este plato y mejor cambiemos de tema, que si no va a ser muy difícil hacer la digestión –Insinuó el periodista- así que... algo frívolo para mejorar el ambiente ¿Qué tal si nos cuenta cómo era el amor en sus tiempos?

-¿Habla Ud. de frivolidad en el amor?

-¡Sí, claro! de las fiestas, de las mujeres ¡de ese manjar sólo reservado para los héroes!

-¡Oh! Nada tan ilusorio como las presunciones inconscientes. El amor se compartía con la patria, con los amigos, con los caídos en el campo de batalla, con la fidelidad del amante hacia la mujer querida...

-Háblenos de esa mujer, de la de temple, de la del amor eterno –insistió el periodista.

-Vine aquí con la idea de responder sobre la República, resuelto a hacerles saber los hechos, y alertarlos sobre lo que no funcionó, ni funcionará para República alguna...

-Su excelencia, déjeme decirle que mi dirección y guía ha sido Usted, mi norte, mi deseo de hacer de su pensamiento ¡toda una revolución!

-Me ha nombrado Usted tanto, que es imposible no escucharlo desde donde estoy ¡Me nombra hasta en lo que ni yo recuerdo haber dicho o hecho!

El Presidente se indignó un poco, puesto que aún cuando el invitado era importante, creyó ser más que él y lo humilló frente a todos en la mesa.
-Pero su pensamiento y la lucha por él hará que yo gobierne hasta el 2013- anunció como afirmando con ello su fuerza, su poder.

-Hace unos cuantos años le escribí una carta al General Juan José Flores –expresó el invitado en tono de reflexión- y le comenté que este país caería infaliblemente en manos de la multitud desenfrenada, para después pasar a tiranuelos casi imperceptibles de todos colores y razas.

-Y perdone mi ignorancia pero, ¿Usted cree que eso puede pasar aquí?

-Perdónese Usted, pero eso es lo que pasa ahora aquí –contestó el invitado.

El invitado se sentía cansado, pero su cansancio no era físico. Su espíritu se hallaba abatido y su corazón reconocía que su lucha sin precedentes para la libertad seguía sin ser entendida. Además de sentirse fuera de lugar porque la gente en el restaurante se acercaba para pedir autógrafos.
Por su parte, el Presidente se sintió ofendido, moviendo su plato hacia un lado y mirando frontalmente al invitado le contesto en tono altanero: -¡Usted me ofende! –sin dejar de saludar a los que llegaban con adulaciones y notas llenas de peticiones.

-No, ¡Usted es una ofensa! –enfatizó el invitado y sacando fuerzas de donde ya no le quedaba, aspiró un poco de aire, pero sólo pudo aspirar el fuerte olor de los pimentones fritos.

-¿Qué clase de reunión es ésta? ¡Devolvedme a mi lugar!

-¡Nos iremos! Por favor mesonero, ¡tráiganos la cuenta! –exigió el Presidente.

-¡Devolvedme al mármol, que al menos allí puedo seguir con la cabeza erguida!

En la espera, el invitado tenía la cabeza baja con la mirada perdida en la superficie de madera de la mesa, cuando de pronto quedó atónito al observar el pago. Se dio cuenta que él pagaba todas las cuentas, cuando vio su rostro impreso en los billetes.

Copyright © Maiskell Sánchez 2001
 
Maiskell Sánchez
Abril de 2001 
P.D.: (Lo escribí hace 10 años, no hay error)