domingo, 23 de junio de 2013

Se busca “enseñador”


@maiskell
Leo en Twitter, “juego de infarto”, “me va a dar algo” “qué estrés” “qué sufrimiento” y otros más emocionados escriben “qué locura esta vaina” “Qué bolas de juego” 

No me queda otra que prender la televisión. Es el tercer cuarto del séptimo partido de la final de la NBA. Veo a un gigante ser el dueño completo de la cancha: LeBron James. La cancha se ve chiquita. El juego es tan rápido que alegrarse o quejarse, pasa en fracciones de segundos. No importa si no entiendes, igual emociona.
En mi familia, hay fanáticos para todos los deportes y equipos. Busco al que es fanático del Miami Heat y al de San Antonio Spurs para comentar con ellos el juego. Confieso que voy por el Miami Heat, pero a mi me gusta Tony Parker: Qui n´en a pas?   
Me remonto de inmediato a los tiempos cuando practicaba tenis de mesa (me pregunto porqué escogí ese juego) donde mi entrenador –el chino, chino asiático y más venezolano que la arepa- nos tenía que sacar de la cancha de basket para seguir el entrenamiento. Driblar me encantaba, claro, con mi tamaño no serviría ni para piloto, pero ese es otro cuento.
Al día siguiente, en el almuerzo, la conversa giró sobre la final de la NBA y el basket en general. En vez de aprender porqué son tres, dos, o un punto, lo primero que pregunté fue por Andersen, jugador que imagino, debe tener tatuados hasta la planta de los pies. Hacerle una foto sería genial. 
Lo que más me emociona de un juego, es lo rápido que cambia la pizarra.
El equipo que siempre me gustó era el de Michael Jordan, así que grité a ritmo de Chicago Bulls y de los Wizards. Conclusión: lo que me gustaba era el juego de Michael Jordan.
Por este desorden en el basket, busco quien me enseñe a entender el juego por completo, y compartir los cuarenta y ocho minutos dentro de una cancha para terminar diciendo: ¡Qué grande LeBron James!