Por
Maiskell Sánchez
Copyright © Maiskell Sánchez 2012
Bordeo el estadio para entrar. Desde lejos escucho: ¡Ehhhhh La Guaira, eh, eh, eh, La Guaira!. El partido ya comienza y me asomo por una de las puertas para adentrarme en el juego. Por aquí no es –me dicen- más adelante, es casi la última puerta.
Bordeo el estadio para entrar. Desde lejos escucho: ¡Ehhhhh La Guaira, eh, eh, eh, La Guaira!. El partido ya comienza y me asomo por una de las puertas para adentrarme en el juego. Por aquí no es –me dicen- más adelante, es casi la última puerta.
Corro porque no quiero perderme nada de esa algarabía que sale por las puertas que dejo atrás a toda velocidad. Pienso que me pierdo de algo
importante. Hay una venta de comida rápida en forma de pelota de béisbol y me paro sin remedio porque me parece de lo más original. Quiero
comprar. Me provoca un refresco de Colita tan propio de Venezuela. Mi amigo me agarra de la mano y me dice: "vamos, que adentro venden de todo mientras ves el juego". Sigo y ya estoy
cerquita de la puerta de entrada que nos corresponde. Me siento como una estrella de rock que entra
a un escenario. La luz es blanquísima y muy brillante. Contrasta con la oscuridad
que bordea al estadio.
Me
recibe una rica samba. Esa es la que pone al estadio a bailar aunque no tengas
ganas. Aquí la gente no camina sino que va a ritmo de samba. Pregunto sobre
esta música y me contestan casi a coro: es que somos la fanaticada ¡más alegre
del béisbol!
El
juego es contra el equipo Caribes de Anzoátegui pero aquí todo el mundo viste de azul y
rojo, y en todas partes se lee “Tiburones de la Guaira".
Me
toca sentarme cerquita del dugout de los Tiburones. Los jugadores casi están al
alcance mi mano. Que increíble la cercanía que hay entre las gradas y el campo.
Si doy un paso, de seguro llego al terreno de juego. ¡Veo hasta las gotas de
sudor de los jugadores!
Miro
el juego, sin duda, pero es tan colorido y da tanto gusto estar en un sitio donde
todo el mundo despliega una sonrisa, que mi cabeza gira como un ventilador, de
un lado a otro, para no perderme nada.
Estrellas
de televisión en primera fila, orgullosamente vestidos con la camiseta del
equipo. La gente los ve, pero está más pendiente de su equipo que de ellos.
Casi pasan desapercibidos.
Sale
un gigante a batear y estalla el estadio en gritos, alabanzas y la samba
resuena más fuerte: Alex Cabrera con su postura de Samurai indiscutible. De
hecho, es todo un ritual digno de ser visto. La forma como se para en la caja
de bateo; sube el bate en dirección al cielo, se inclina hacía atrás y vuelve
listo para dar el pelotazo. La pelota parece saber que le van a dar durísimo y
por estrategias, le dan base por bola intencional, pero es un espectáculo ver a
este slugger.
Rumbo
al cuarto Inning, se siente la alegría y también algunas gotas que caen y que
no sé si es agua o cualquier bebida más alegre. Volteo para disfrutar la
efusión de la fanaticada y me consigo con un tremendo personaje que está
vestido como un superhéroe; malla azul completa, pantaloncillos por fuera y una gran
capa roja como corresponde a todo buen superhéroe! Lleva un logo en el pecho en
forma de diamante al más puro estilo de Superman, que tiene dos letras de gran
tamaño: S y T.
No
pude aguantar la tentación de acercarme, preguntarle su nombre, y con toda la
confianza del mundo me dijo: Soy SuperTibu, ¡el mejor de todos! ¡Eh La Guaira!
¡Este
superhéroe no paró de bailar durante toda la jornada!
Por
supuesto que le tomé una foto, pero les digo que no lo toman desprevenido, al
menor movimiento de una cámara, este maravilloso personaje, hace la pose
perfecta de SuperTibu, con la capa señalando al cielo y su mirada puesta en el
futuro.
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