jueves, 6 de enero de 2011

Necesito un diseñador


La casa tiene un entrada altísima. En el estacionamiento, un par de camionetas negras parecen guardianas de esa inmensa fortaleza. Es casi un set para una foto.

Atravieso la puerta principal, camino por el pasillo que casi llega directo a la playa. Las paredes estan llenas de cuadros. Quien me acompaña, me cuenta de la importante colección que hay en esas paredes. A mi me parece que todo está como muy amontonado.
Me llevan a una sala que tiene vista al mar. Al fondo, varias personas montan mesas, sillas, flores y telas que forman parte del decorado. La piscina se convierte en piso en cuestión de dos horas. Una enorme estructura de madera cubre ese remanso de agua potenciada de azul por las baldosas, y pasó a ser una sala de fiestas a la orilla de la playa.
Son las 9 de la mañana de un día cualquiera y mi presencia allí, es porque me pidieron escribir los discursos que van a pronunciarse esa noche. Los personajes a los cuales les tengo que escribir, son variopintos. El discurso principal, se lo escribo a un candidato presidencial de mi país, el otro discurso lo escribo para una de las fundadoras de una Institución y un tercer discurso se lo escribo al invitado de lujo, un reconocido bestsellers books, como insiste la gente en llamarlo.
Manos a la obra. Sin computadora, sino a la vieja usanza de la libreta amarilla y un lapicero.
Al poco rato me dicen: -quiero que conozcas al dueño de a casa. Cuando lo vi, sólo pude recordar a Danny De Vito, era igualito. Me dio la mano con la misma fuerza que me inspeccionó cual agente de inmigración. Me ofreció desde café hasta Mimosa, y me comentó que era muy importante para él saber que yo me sentía cómoda y bien. ¡Qué amable ese señor! Demasíado para mi gusto. SIgo.
De pronto, aparece una versión rubia de Olivia la de Popeye. Altísima y flaquísima, quién entra con una de las organizadoras del evento. El dialogo aquí, fluyó más o menos así:
-Maiskell, te presento a la novia de Danny De Vito.
-Hola, encantada, Maiskell Sánchez.
Ella, estira la mano, voltea la cara hacía quien nos presenta, y dice:
-novia, no. Fiancée. 
 Educada la niña. Preocupada más por decirme su status que como se llama. Fin de la presentación. Su nombre: Olivia, ¡para que más!
De tanto en tanto, Danny de Vito me da una vuelta para ofrecerme café, jugo, agua o lo que necesite. Siempre le contesto que no, con una sonrisa sacada de una caja puesto que interrumpía en los momentos más importantes de mi escritura, pero él, como que ni cuenta se da.
Al rato de estar allí sentada y con dos de mis discursos listos, me levanto para estirar las piernas y darme un aire para pensar en el tercero. Por supuesto llega un café, un croissant, jugo y Danny de Vito, para conversar un rato y preguntarme por mi escritura, dónde estudié para escribir, qué cosas me interesan al momento de escribir y cantidad de preguntas. Yo tengo unas ganas de contestarle que escribo las cartas de amor de los novios de mis amigas y mi diario, pero como él está encantado preguntando y respondiendo a la vez, pues me engullo mi pastelito y mi jugo sin necesidad de contestar.
Fue hasta el momento en el cual me regreso a la mesa donde escribo, que Danny de Vito me dice:
-¿Estás casada? porque eres linda. 

Mis ojos de por sí expresivos, se abrieron cual par de metras y sólo pude contestar gracias, sin saber que lo que venía era peor.
-Ya sé lo que te haría super bien-
-¿Qué será?
-Te hace falta... algo para que triunfes completamente. 

Su intención sonaba tímida pero su voz delataba lo contrario.
-¿Qué será lo que me falta?
-Nunca has tenido a nadie que sepa como vestirte y destacar tus atributos.
Me dio un ataque de risa. No pude contenerme. Siempre he pensado que me hacen falta muchas cosas para ser mejor persona, pero jamás se me ocurrió pensar que lo único que necesitaba en la vida para triunfar, ¡era un diseñador!