martes, 11 de mayo de 2010

¡Quien busca encuentra!

Mi amiga llegó a la casa a las seis de la mañana del domingo. Ya me había llamado previamente y yo casi estaba lista con una rica taza de café, no se me ocurrió preparar manzanilla que de seguro la calmaría más. Abrí la puerta y allí estaba ella con los ojos hinchados de llorar. Nos dimos un abrazo grande y no tenía idea porqué estaba así, la cosa era recibirla e intentar ayudarla. Sus primeras palabras fueron: "...esto es muy duro, amiga..." en el abrazo sentí como temblaba como una hoja de papel.

Desecha en sollozos, trató de explicarme qué le pasaba y sólo me decía lo dificil que era "eso". Finalmente me dijo que encontró tres cartas en el teléfono de su esposo que no eran para ella. Allí si que me quedé en silencio sepulcral. ¿Qué se dice a eso? Menos cuando lo que has visto es una pareja amorosa y sólida, pero como todo puede pasar, me dispuse a escucharla.

Casi no podía contarme, pero entre sollozos y el horror de vivir una de las experiencias más temidas por el ser humano, me contó que se despertó a las cuatro de la madrugada porque se despertó su bebé, una vez que lo ajustó para que se durmiera de nuevo, mi amiga se desveló. Así que agarró el teléfono de su esposo y se puso a jugar brickbreaker, el de la pelotica.

En medio del juego, se le ocurrió ver el block de notas del teléfono para ver si su esposo había terminado la carta que estaba haciendo para el día de las madres. Justo el día que ella decide abrir el teléfono de su esposo, lo que encontró fueron tres cartas donde declaraba su amor... pero a otra. ¡tremendo regalo!

Me contó que se las había mandado a su teléfono para que no "desapareciera la evidencia"

Ella comenzó a leerme las cartas, pero no pudo. Se le entendía poco y yo escuchaba como frases inconexas. Le dije: - ¿A quién se le ocurre revisar el teléfono del esposo a las cuatro de la madrugada? ¿Qué hacias tú haciendo eso? Léelas -fue su respuesta.

Las leí. De verdad que eran cartas de amor, incluso un poco pasadas de melao melcochoso, eran como frases puestas para decir demasíado-mucho-bonito. La tercera carta era como más interesante porque era la respuesta de "ella" quien se llamaba a sí misma "la clandestina" nombre perfecto para una persona en discordia, personaje ícono de la vida de cualquier historia que se respete.

El esposo comenzó a llamar. Mi amiga, por supuesto, no quería hablar con él, sin embargo, le escribió al blackberry diciéndole que en ese momento no quería hablarle, pero que dentro de un rato iría a su casa. El esposo insistió. Mi amiga habló y le dijo entre llanto, algunas cosas. Yo la dejé sola en su conversa, pero poco a poco el tono iba cambiando, hasta hacerse casi normal, sin reclamos.

Regresé con una segunda taza de café y con mi amiga quien estaba más tranquila. Le pregunté cómo sintió a su esposo, y me dijo: "amiga, lo sentí firme y sincero" - ¡Ah qué bueno! ¿y qué pasó? ¿Porqué esas cartas? -Amiga, me siento hasta con pena... esas cartas... esas cartas son... son las cartas de ejercicio que él escribió para el concurso Cartas de amor de Montblanc.
Problema resuelto. Misterio develado. Montones de risas.

sábado, 8 de mayo de 2010

La comida y las hormonas

Conocí una vez un hombre que sus temas preferidos eran la comida y las hormonas, sin que ese fuera el orden estricto de su gusto. Con respecto a las hormonas, juraba casi de modo religioso-fanático que las hormonas eran las responsables de cuando te gustaba alguien y lo más importante, cuando la debías dejar: entre seis, máximo nueve meses, categóricamente. Esto lo condimentaba con la comida, pues una vez me contó que dejó a una novia o “amiga” como más le gusta decir de las mujeres con las cuales se enreda (entiéndase de piernas nada más) porque se acabó la temporada de castañas y ya no tenía ninguna razón para continuar el amorío. Nunca comprendí si en la preferencia de las castañas actuaban las hormonas o viceversa.
Juraba que podía llorar delante de un plato de comida de su agrado, que sus pupilas gustativas se convertían en lágrimas por eso de que estaba frente a algo más allá de su propia comprensión culinaria, pero era capaz de desaparecer frente al amor de una mujer y no botar ni una sola lágrima.
Imagino que así, entre las hormonas y la comida, se convirtió en un glotón emocional que tendría el lema de Eudomar Santos “como vaya viniendo, vamos viendo” con una pequeña variación: “Como vaya viniendo, vamos comiendo”
Tal vez un día se siente y llore por el amor de una mujer y frente a un plato de comida sólo lo disfrute.

domingo, 2 de mayo de 2010

Cambio instantáneo

Hay que reparar los amortiguadores, los frenos delanteros, las rótulas, el caucho, el aire y queda como nuevo. Así te lo dicen y así es. Se quitan y se ponen piezas y todo queda como nuevo. Se siente al manejar, se siente al volver a usar.
Pastilla derecha, sustituye.
Amortiguador Izquierdo, sustituye.
Es cambiar una pieza por la otra, nada más. No va uno a tirar el carro porque no sirve y no se le lleva a ningún terapeuta para que entienda que debe cambiar.

Para matar las horas de hastío, me divertí haciendo algunas fotos, probando este sitio coloridamente gris y viendo la combinación de unos impecables zapatos blancos con la grasa. Me acerqué para ver si estaban envueltos en envoplast y no, era sólo el cuidado de gente que sabe que aún con grasa, puede haber limpieza y orden.

Qué rico sería que podamos hacer lo mismo con algunas cosas en nuestra mente.
Pensamiento sobre la ciudad: cambiar.
Pensar en políticos: eliminar.
Pensar en mejorar: ajustar y engrandecer.
Pensar en trabajo: nuevo equipo de luces.
Pensar en los pendejos en los cuales he perdido tiempo y fe: al igual que la limpieza y la mugre siempre se puede cambiar!