martes, 16 de marzo de 2010

La palanca de Arquímedes

Mi amiga Adriana Bertorelli, escritora y poeta (su libro ¨Música de Rockola" es maravilloso) me presentó vía tecnología a su amigo Alberto Salcedo Ramos, escritor colombiano -si pueden leer algo, se lo van a disfrutar mucho, es una pluma escandalosamente buena- a quien ya había leído hace un año su crónica "El Oro y la Oscuridad" que por cierto, me contó Alberto que va a ser llevada al cine.
Me encantó también una crónica que se llama "la niña más odiosa del mundo", otra que es imprescindible leer "un país de mutilados", así como muchas historias que escribe, que lo mantienen en vilo a uno de principio a fin.
Salimos a almorzar esta semana pasada en Bogotá y me encontré con un hombre de risa fácil y rápidos pensamientos.

Estaba más que nerviosa por conocer a tamaño personaje y poder entablar con él una conversación a la altura de su pluma. Preocupación pendeja, pero preocupación al fin.

Lo primero con lo cual me enfrenté fue con su sentido de orientación. Quedamos en encontrarnos en la puerta de un centro comercial a la una. Así fue. De allí iríamos a un restaurante que quedaba cerca. Salimos a la calle, bajamos una cuadra - no, por aquí no es - volvimos a subir, cruzamos a la izquierda - ¿pero dónde está este restaurancito que es tan bueno? - cruzamos a la derecha - aquí hay varios que son muy ricos - hasta que finalmente se paró en una esquina y me dijo: ya va, ya va, es por aquí.
No recuerdo el nombre de la calle -muy bonita por cierto- porque subimos y bajamos y yo me quedé sin saber dónde estábamos. Oh Sole mío, ahí llegamos, a ese restaurant.
La conversa me la disfruté porque Alberto es muy divertido y fresco. Hablamos de muchas cosas; de su vida, sus escritos, su trabajo, del mío, de Colombia, de Venezuela, de sus amigos venezolanos, del queso de telita, en fin, de todo lo que uno puede hablar cuando no se conoce pero que sí conoce algunas cosas.

Lo que si les aseguro es que la risa al lado de Alberto es facilísima.
Una cosa que me hizo morir de la risa fue cuando me explicó que él entendió claramente el principio de Arquímedes, que Arquímedes era un filosofo muy listo cuando dijo: "Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo" y que él tenía para sí, que el punto de apoyo era el culo de una mujer. Que estaba facílisimo porque no había nada mejor para mover el mundo que apoyarse en un culo.
Alberto, gracias por ese almuerzo lleno de risa y mucha curiosidad.
¡Eres una maravilla!

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